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martes, 11 de noviembre de 2014

la leyenda de hercules

Heracles, a quien zeus había destinado originalmente a ser Rey de Argos, Laconia y la Pilos mesenia, había sido suplantado por un ardid de 
Hera, cayendo estos reinos en manos de Euristeo, rey de Micenas. Tras la muerte de Heracles, sus hijos, tras muchos vagabundeos, hallaron refugio en la corte de Teseo en Atenas. Euristeo, al ver rehusadas sus exigencias de rendición, atacó Atenas, pero fue derrotado y muerto. Hilo y sus hermanos invadieron entonces el Peloponeso, pero tras un año de domino fueron obligados a retirarse por una peste. Se retiraron a Tesalia, donde Egimio, el mítico ancestro de los dorios, a quien Heracles había ayudado en su guerra contra los lapitas, adoptaron a Hilo y le cedieron un tercio de su territorio.
Tras la muerte de Egimio, dos de sus hijos, Panifilo y Diamante, se sometieron voluntariamente a Hilo (quien era, según la tradición doria recogida en Herodoto v.72, realmente un aqueo), quien así se convirtió en gobernante de los dorios, las tres ramas de los dorios son llamadas como estos tres héroes, en su honor. Deseando reconquistar su herencia paterna, Hilo consultó al oraculos de Delfos, que le dijo que esperase al «tercer fruto» (o cosecha) y entonces entrase al Peloponeso por «un estrecho pasaje marítimo». Así, tres años después, Hilo marchó cruzando el istmo de corinto para atacar a Atreo, el sucesor de Euristeo, pero murió en un combate contra Equemo, el rey de Tegea. A este segundo intento siguió un tercero por parte de Cleodeo y cuarto por Aristomatico, fracasando ambos igualmente.

filosofia y mitologia

Tras el auge de la filosofía, la historia, la prosa y el racionalismo a finales del siglo V a. C. el destino de los mitos se volvió incierto y las genealogías mitológicas dieron lugar a una concepción de la historia que intentó excluir lo supernatural (tales como la historia tucididiana).Mientras los poetas y dramaturgos estaban reelaborando los mitos, los historiadores y filósofos griegos estaban empezando a criticarlos.
Unos pocos filósofos radicales como jenofanes de Colofón estaban ya comenzando a etiquetar las historias de los poetas como mentiras blasfemas en el siglo VI a. C.: Jenófanes se había quejado de que Homero y Hesíodo atribuyesen a los dioses «todo lo que es vergonzoso y desgraciado entre los hombres: el robo, la comisión de adulterios y el engaño mutuo». Esta línea de pensamiento encontró su expresión más dramática en La republica y las leyes de Platon, quien creó sus propios mitos alegóricos (como el de Er en La República) atacando los relatos tradicionales de los engaños, robos y adulterios divinos como inmorales y oponiéndose a su papel central en la literatura. La crítica de Platón fue el primer desafío serio a la tradición mitológica homérica, refiriéndose a los mitos como «parloteo de mujeres viejas». Por su parte Aristoteles criticó el enfoque filosófico presocrático cuasi-mitológico y subrayó que «Hesíodo y los escritores teológicos estaban preocupados sólo por que les parecía plausible y no tenían respeto por nosotros [...] Pero no merece la pena tomar en serio a escritores que alardean en el estilo mitológico; respecto a aquellos que proceden a demostrar sus afirmaciones debemos reexaminarlos».
Sin embargo, ni siquiera Platón logró destetar a su sociedad de la influencia de los mitos: su propia caracterización de Socrates está basada en los patrones tradicionales homéricos y trágicos, usados por el filósofo para alabar la recta vida de su maestro:
Quizá alguno de vosotros, en su interior, me esté recriminando: «¿No te avergüenza, Sócrates, verte metido en estos líos a causa de tu ocupación, que te está llevando al extremo de hacer peligrar tu propia vida?»
A éstos les respondería, y muy convencido por cierto: «Te equivocas completamente, amigo mío; un hombre con un mínimo de valentía no debe estar preocupado por esos posibles riesgos de muerte, sino que debe considerar sólo la honradez de sus acciones, si son fruto de un hombre justo o injusto. Pues, según tu razonamiento, habrían sido vidas indignas las de aquellos semidioses que murieron en Troya, sobre todo el hijo de la diosa Tetis, para quien contaba tan poco la muerte, si había que vivir vergonzosamente; éste despreciaba tanto los peligros que, en su ardiente deseo de matar a Héctor para vengar la muerte de su amigo Patroclo, no hizo caso a su madre, la diosa, cuando le dijo: “Hijo mío, si vengas la muerte de tu compañero Patroclo y matas a Héctor, tú mismo morirás, pues tu destino está unido al suyo”. Al contrario, tuvo a poco la muerte y el peligro y, temiendo mucho más el vivir cobardemente que el morir por vengar a un amigo, replicó: “Prefiero morir aquí mismo, después de haber castigado al asesino, que seguir vivo, objeto de burlas y desprecios, siendo carga inútil de la tierra, arrastrándome junto a las cóncavas naves”. ¿Se preocupó, pues, de los peligros y de la muerte?»
Platón, Apología 28b–d.
Hanson y Heath estiman que el rechazo de Platón de la tradición homérica no fue recibido favorablemente por la base de la civilización griega. Los viejos mitos se mantuvieron vivos en cultos locales y siguieron influyendo en la poesía y constituyendo el tema principal de la pintura y la escultura.
Más deportivamente, el escritor de tragedias del siglo V a. C., Eutipides, jugó frecuentemente con las viejas tradiciones, burlándose de ellas e infundiendo notas de duda a través de la voz de sus personajes, si bien los temas de sus obras fueron tomados, sin excepción, de los mitos. Muchas de estas obras fueron escritas en respuesta a la versión de un predecesor del mismo o parecido mito. Eurípides impugna principalmente los mitos sobre los dioses y comienza su crítica con una objeción parecida a una previamente expresada por jenocrates: los dioses, como se representaban tradicionalmente, son demasiado insensiblemente antropomorficos.